Tranco 13.- Apoteosis parapandesa del coronel Aureliano
Pero es forzoso regresar a aquella mañana de setiembre en Parapanda, para
completar hilos que han quedado sueltos en este verídico relato. Estando el
Chusmito y yo en el trance de enviar los famosos telegramas, se acercó el jefe
de Correos con una carta.
– ¿No vas tú luego para donde la Legión Colombiana ,
Cucurumbillo? – me abordó. Pues es que tengo aquí una carta para el coronel
Buendía.
–
Imposible
– dije yo –. El coronel no tiene quien le escriba.
–
Pues
las señas están claras. “Señor Coronel Don Aureliano Buendía. Alrededor del
Mundo s/n.” La carta viene reexpedida desde Vladivostok, Irkutsk, Tomsk, Nijni
Nóvgorod, Bucarest, Kosovo, Missolonghi, Brindisi, Sorrento y Puerto de
Mazarrón. Así que tú verás.
Llevé la carta al coronel. Era de su compadre Gerineldo Márquez y le decía
que sus leales lo esperaban con urgencia en el puerto de Cartagena de Indias
para marchar militarmente a Macondo y derrocar el aborrecible régimen tiránico
allí instalado, llamado el Joíoporculo.
– Hemos de partir de inmediato – dijo Buendía, hombre siempre de decisiones
rápidas.
– ¿Me permitirá acompañarle, mi coronel?
– Por supuesto, Cucurumbillo. Qué iba a hacer yo sin usted.
Pero el sargento furriel veía las cosas de otra manera. No podía incluir en
los estadillos de la Legión
a un número que no había sentado plaza según se desprendía de la ausencia de
toda mención de su nombre en las sucesivas órdenes del día. Eso habría sido contrario
a la esencia de todas las ordenanzas militares desde que el mundo era mundo.
– ¿Y si me incluyen ahora y se anuncia en la orden del día de mañana? –
pregunté, asido a una última esperanza. El coronel meneó gravemente la cabeza.
– Mañana hemos de estar ya surcando el océano. Lo siento.
Yo estuve entre el gentío que aplaudía, al lado de Chusmito; estrené de ese
modo el regreso a mi anterior vida de paisano. Me perdí la revolución de
Macondo pero, como ya he puesto en antecedentes al lector, asistí en primera
fila a la de Parapanda. Que no fue moco de pavo.
Tranco 14.- La
irresistible ascensión de Frasquito Puerto
«En primera fila», he dicho y, ahora, repito. Con una sensación tan agridulce en la boca como cuando te comes un caqui, de esos de
¿Qué sucedió, intrépido lector? Nos remitimos al análisis pormenorizado
–una tesis de doctorado objetivamente imparcial-- del profesor Javier Tíber
donde expone, con prosa de regadío, el éxito de aquella, son sus palabras,
«nueva insurgencia de los estamentos sociales de Parapanda». En dicha tesis se
mencionan como «rupturas epistemológicas»: el simbolismo mediático del ya
famoso Look the finger; la recuperación del grito “Aut Parapanda aut nihil”; la
resolución de que el Himno nacional fuera Los campanilleros por la
madrugá; la bandera, do –junto a los colores tabaco y oro-- brillaba
la raiz cuadrada de menos uno. Dos fueron, empero, las novedades que nos
hicieron apoyar a Frasquito Puerto: la declaración constitucional que definía
Parapanda como una sinarquía y la creación de una comisión de trabajo que
investigara de qué manera transformar la conjetura de la contigüidad del cosmos
en certeza matemática, que en tiempos de la Jedionda yo había despreciado. No
ocultaremos, ¡faltaría más!, que sobre todo fue el discurso que, en petit comité,
nos dio un jovencito, Bruno Trentin, decisivo para que Chusmito y un servidor
de ustedes apoyáramos a Frasquito: «Lo de ustedes era, ¿cómo decirlo?, gabinas
de cochero y, de forma más rotunda, pollas en vinagre. Sepan que Palmiro, nada
menos que Palmiro, que de manera humilde se hace llamar Ercoli, apoya (y ha
financiado) a Frasquito». Chusmito se puso firme, dio un taconazo a la
castrense y exclamó: «Compañeros, Roma locuta causa finita». Y –viniendo o no a
cuento-- se arrancó por petacos, un cante de origen sacromontano:
Yo puse una
librería,
con los libros
mu baratos,
con un letrero
que dice:
Aquí se baila
el petaco,
¡viva de
Palmiro el sobaco!
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